Un pintor alicantino, romántico y humano
La Pintura alicantina por Alfredo Aracil
Noticiario SURESTE, 15 Septiembre 1970
Rodeado se sus cuadros es feliz. Y fuera de ellos también. No puede olvidar la pintura. Admira tanto el paisaje que se pasa horas y horas en su contemplación, olvidándose de su caballete y sus colores. Pero no olvida la pintura, porque en la Naturaleza esta la pintura y la pintura es la propia Naturaleza.
Enrique Lledó es un hombre feliz. Y además es artista. Pintor. Le gusta dialogar, pero no es amigo de las tertulias. Siempre terminan mal. En varias ocasiones intento crear y fomentar la reunión de amigos para comentar y charlar de arte, de pintura, de literatura, de teatro. Pero fue inútil. Se hablaba de todo menos de lo que les había llevado hasta allí. Es curioso, pero hasta se hablaba de la moda en el vestir.
Enrique Lledó lleva hasta sus lienzos los paisajes de nuestra Marina como nadie. Y es que tiene los campos, los cielos, las tierras, los árboles y hasta las flores salvajes mas insignificantes metidos en sus retinas de tal forma que, con los ojos cerrados, podría pintarlos. Pero no, enrique para pintar un trozo de Guadalest, o de Benimantell, Polop, Sella, o el paisaje que sea, a de estar a pie de caballete, cubierto a la inclemencia del sol o no, eso no importa. Lo esencial es captar la luz en su justo momento, los caminos, el ambiente.
En una ocasión, hace ya algunos años, Enrique Lledó intento pintar los castillos de nuestra provincia. Pero sólo consiguió comenzar. Era una idea genial, pero los amigos y los clientes se llevaron los primeros cuadros que realizo. No obstante, sigue con la idea y espera que pronto podrá realizarla, aunque se vera en la necesidad de negarse a cal y canto a cuantas peticiones y propuestas de adquisición le hagan.
Seguimos hablando entre humo de cigarrillos que vamos consumiendo uno detrás de otro, sin mirar las manecillas del reloj, porque en estas entrevistas, harto escasas y sumamente agradables, el tiempo no debe contar. Hablamos de concursos y certámenes. Enrique no es partidario de ellos, porque los jurados, en la mayoría de las veces, no emiten un juicio propio, sino más bien influenciados por terceros. En mas de una ocasión le ha sido rechazado un cuadro que posteriormente, en otro certamen, ha conseguido una primera medalla. No. Decididamente no enviara ningún cuadro a exposiciones de carácter nacional o provincial donde haya premios por medio. Con ello se evita la preocupación de saber si se lo han colgado o no y la incertidumbre de poder aspirar a un premio. Una vez estuvieron mas de tres años para devolverle un cuadro.
Su pintura -según él- es sencilla, sin grandes complicaciones, sin buscar invenciones ni cosas raras, pero con sinceridad, sencillamente pintando lo que ve, sin creer descubrir nada nuevo, pero sin ocultar la sencillez, la poesía, el encanto de las cosas. Por eso busca paisajes sencillos, humildes, bodegones que mas bien son interiores con "algo," flores baratas, sencillas, silvestres, pero que son reales y hermosas.
Hace muchos años que descubrió Guadalest y hace también muchos años que pinta. De pequeño dibujaba y comenzó los estudios de arquitectura pero lo dejo por los pinceles. Nadie le enseño a mezclar colores. Jamás fue a ninguna escuela ni estudio de pintor. Su único deseo es que su pintura produzca interés en los demás, al propio tiempo que satisface su propia ilusión. El vender o no vender cuadros es algo que no le preocupa, para él es mas que suficiente ver a una sola persona delante de un cuadro suyo que lo contemple durante cierto tiempo y desde distintos ángulos.
Seguimos hablando rodeados de humo y de sus cuadros. Me habla de Varela, de su pintura y de su vida. Conoce muchas interioridades del gran maestro. Tantas que podría escribir un libro, pero tampoco ha encontrado el tiempo justo y preciso para ello. Le pregunto su opinión sobre la critica y me responde que la considera buena siempre que sea constructiva, que no es lo mismo que halagadora. Sigo preguntándole por su excesivo intervalo de una exposición a otra -la ultima vez fueron tres años largos- y su contestación se limita a que pinta menos de lo que debiera, pero que, no obstante, es suficiente.
Como es lógico nuestra conversación se prolonga hasta la pintura moderna, pasando por los clásicos y coincidimos en que lo verdadero, lo autentico, no morirá mientras que esta transición que estamos viviendo de "pintura" moderna con aditamentos de sacos, piedras, vidrio, recortes de prensa y "pistola", que son procedimientos mas o menos rebuscados, no se prodigaran por mucho tiempo, y mucho menos, pasaran a la historia de las grandes obras. Podrán ser llamadas de artesanía o de cualquier otro nombre, pero pintura no lo serán nunca, sencillamente porque están trabajadas con todo menos pintura.
Este alicantino romántico, pintor, y humano que es enrique Lledó, tiene además de su natural arte de saber captar los paisajes y el ambiente que les rodea, el atractivo imán de captar a las personas con sus simpatía, amabilidad y fuerte personalidad, envolviéndoles en su elocuente y agradable conversación.
El tiempo ha pasado mas rápido de lo que hubiéramos deseado ambos. Muchas frases se han quedado en el aire, impacientes por intercalarse en las letras de molde. Pero no importa porque no será esta la ultima vez que hablemos con Enrique Lledó. Para entonces serán nuevas palabras, nuevos temas, nuevos cuadros los que nos contemplen. Posiblemente lo que no varíe será el ambiente de humo de cigarrillos, pero Enrique Lledó será el mismo, que es lo que en verdad importa.
Alfredo Aracil